miércoles, noviembre 01, 2006

OCTUBRE

Qué rico tener miedo en octubre, cuando las tardes se hacen más cortas y el viento desnuda a los árboles; agarrar un libro de HP Lovecraft o un cuento de Bradbury y sumergirse en el terror; acordarse de pronto de las instrucciones de Cortazar y esperar que no haya páginas en blanco en nuestro libro que afortunadamente no está impreso en Irlanda.

Qué rico estar solo solo, en un cuarto cualquiera, y que haga un poco de frío. Y que se nuble. Olvidarse del cuarto y del día siguiente y no pensar más que en el terrible secreto que guardan el ático, o el sótano, aunque tu casa no tenga ni el uno ni el otro. Pensar en el espectro que ronda afuera, en la niebla. Sentir cómo se siente un vacío en el estómago y la piel tensarse casi con anticipación sexual; cómo nos cuesta trabajo respirar normalmente… tanto trabajo como voltear para atrás, tanto trabajo como bajar los pies del sillón, tanto trabajo como separar los ojos del miedo impreso al que se aferran nuestras manos.

Qué rico sentir escalofríos y no poder dejar de leer porque le vampiro ya está por entrar a la habitación o porque el Padre Merrin ya va a subir las escaleras que lo conducirán hasta Regan y su destino o porque el elevador del hotel desierto se abre y está lleno de murmullos, confeti y serpentinas. Darse cuenta entonces que el sol ya no quiere saber nada del día y le deja nuestro destino a las tinieblas; que tenemos que prender la luz para poder seguir a los espantos linotipados. Darse cuenta que prender la luz es prender las sombras, y que las esquinas oscuras de las que no nos acordábamos esconden ojos rojos y manos velludas de largas uñas. Con un poco de suerte hay un espejo cerca y es preferible no mirar, no vaya siendo que…

Qué rico que el rabillo del ojo nos advierta la presencia de alguien que ya no está ahí cuando volteamos a buscarlo. Ver sin ver cómo a nuestro lado pasan gentes, y oír nuestro nombre en voces familiares pero imposibles por cuestiones de tiempo o distancia. Sentir el corazón. Tener conciencia de que va corriendo porque tiene que alcanzar a la muerte antes de que estas cruce el umbral y nos interrumpa abrupta y permanentemente la lectura ahora que compartimos el pánico de la mujer que en la espesura no sabe hacia donde voltear y lo hace hacia la palidez de largos colmillos. Compartimos el alarido del encuentro. Casi gritamos. Y hay el ruido inesperado, el sobresalto, la adrenalina, miradas confusas hacia el lugar de la sorpresa y la inquieta esperanza de que no sea nada. Y no es nada. Dios, qué susto. Y puede proseguir la lectura.

Qué rico que lo único real sea lo imposible. Ya nada es verdadero mas que lo otro. El cristal de la ventana, que no dejan entrar la noche, repite en vagas imágenes el espacio en el que temblamos. Es más cierto lo que se mueve en el jardín que el cuadro en la pared cuyos ojos nos miran y nos miran mientras eso se sigue moviendo allá afuera, en la penumbra, y tratas de retomar la lectura, y repites el párrafo anterior en busca de inercia pero ya no es nomás lo que las letras nos metieron en el estómago y que revolotea como mariposas que a fuerza de miedo deben ser negras, sino esa presencia intuida desde el fondo púrpura de tus huesos. La figuritas negras que son una ese y una ele y una a dejan de obedecer los designios de Guttemberg y se saltan de su lugar. Ya no podemos seguir, pero debemos. Ya no podemos seguir pero, de una forma oscura, queremos. Más chorros de esa cosa quemante y agridulce. Las palabras siguen su danza y no sabemos qué es lo que acabamos de leer. Más sudor en las palmas de las manos. Lees de vuelta. No entiendes. El libro está por resbalarse de tus manos que se empiezan a relajar. El reloj no está a punto de dar ninguna hora porque después de la media noche carece de números. El rabillo del ojo es lo primero que se separa de la luz….

…qué rico es entonces que un aliento caliente te llegue a la nuca, que un gruñido seco surja de un rincón, que unos nudillos blancos toquen en la ventana, que una mano fría se cierre sobre tu tobillo y, en el último segundo, abrir los ojos y descubrir en el espejo que esta noche es noche de brujas para ti.

Magz
Guadalajara, un octubre de hace tiempo…